<p class=»p1″>Los resultados no invitan precisamente al optimismo. El circuito bursátil europeo acaba de cerrar el mes de agosto con un cómputo marcado por la contención y el miedo a una posible crisis económica. Es justo el contagio de esta idea entre los bancos centrales lo que ha dibujado un panorama repleto de subidas de tipos de interés, desluciendo de esta forma el atractivo de la renta variable en las últimas semanas. Si bien es cierto que las cifras no llegan a la catástrofe del pasado mes de julio, el descenso es digno de mención: los parqués de la zona europea han vivido una regresión mensual por encima de los cinco puntos porcentuales.
España no se libra del golpe. De hecho, en el caso del Ibex 35 la caída alcanza el 3,3% en el último mes, extendiendo de este modo una racha de retrocesos que ya acumula hasta once sesiones consecutivas en rojo. Se trata de un acontecimiento histórico, y es que este índice bursátil de referencia no registraba un periodo tan negro desde 1992. A día de hoy los números son claros: el selectivo patrio culmina agosto cediendo un 1,17% y cerrando la sesión del miércoles en 7.886 puntos, lejos de los 8.156 en los que se dio carpetazo a julio.
Tampoco el EuroStoxx 50, que es el índice que representa al medio centenar de empresas más fuertes de la eurozona, sale airoso de estos últimos treinta días. Su rendimiento deja una caída del 5,15% hasta los 3.517 puntos, cosechando así cuatro sesiones seguidas en negativo y situándose al filo de la zona de soporte, fijada por los expertos entre 3.500 y los 3.540 puntos como base para empezar a pensar en una tendencia alcista. Es evidente que no está siendo el mejor curso para las bolsas europeas, y es que desde finales de 2021 los descensos están siendo sobre todo de dos cifras.
Son datos que aparecen después de que la Reserva Federal y el Banco central Europeo hayan difundido el mensaje de que los tipos de interés subirán a toda costa, con independencia del rumbo que tome la economía. A este discurso se le suma un telón de fondo que tampoco contribuye: la guerra de Ucrania y la pugna energética que están protagonizando los países occidentales contra Rusia.
La inflación no afloja y la banca central no perdona
De completar el tropiezo se ha encargado la inflación en el entorno europeo, que dio origen una vez más a que la renta variable protagonizara en agosto otra bajada para recordar. La Bolsa española negoció en este sentido diecinueve mil millones de euros, un veintisiete por ciento menos que en el mes anterior.
El motivo principal que ha provocado estos números hay que buscarlo en el comportamiento del índice de precios al consumo (IPC), que subió una décima en el octavo mes del año con respecto a julio. No obstante, la tasa interanual bajó cuatro décimas hasta el 10,4%, alcanzando así una posición que, aunque da un ligero respiro, sigue siendo muy alta. El progreso ha sido alarmante en estos últimos meses: mayo se situó en el 8,7%, junio, en el 10,2% y julio se disparó hasta el 10,8%.
Con este panorama de por medio no resulta extraño que el Banco Central Europeo opte por recrudecer sus políticas económicas, siempre con el objetivo de afrontar la subida generalizada de los precios. Ni siquiera el parón de la economía y el rumor de una posible recesión inminente evitarían una respuesta como esa. Según los técnicos de Bankinter, el vuelo del IPC propicia que el BCE proyecte medidas más agresivas. En idéntica sintonía parece moverse Según Oxford Economics, una de las consultoras financieras más importantes del mundo, que afirma que los tipos de interés podrían subir setenta y cinco puntos básicos en cuestión de días.
El endeudamiento cotidiano pero seguro
Uno de los indicadores que ratifica esta conducta de los precios es sin duda el crecimiento que entre los consumidores han experimentado las formas de pago a plazos. La falta de liquidez está llevando a pequeños endeudamientos, sobre todo en el comercio electrónico, donde el uso de aplicaciones que permiten al usuario comprar de manera fraccionada y sin intereses vive su mejor época.
La irrupción de este denominado ‘compra ahora y paga después’ (BNPL, por sus siglas en inglés) está calando fuertemente. Un informe creado por la plataforma Younited señala que en cuestión de dos años esta modalidad estaría moviendo más de doscientos cincuenta mil millones de dólares en todo el mundo. Los datos españoles tampoco se quedan atrás: más del 40% de los compradores patrios afirma haber usado el BNPL en algún momento.
El número de aplicaciones que se encargan de ofrecer esta prestación es cada vez mayor. Ya hay bancos que tienen la suya propia, como BBVA, Bankinter y Sabadell, que han creado en equipo el Plazox. Lo mismo han hecho el Banco Santander con Zinia y Caixabank con Izzinow. Ahora bien, si existe una plataforma que destaca por encima de todas, esa es Paypal, y es que la compañía ofrece plazos de pago de hasta dos meses para importes de entre treinta y dos mil euros. A esto hay que sumar la seguridad tecnológica que incorpora su sistema a la hora de la protección de los datos personales, donde se sigue el modelo implantado por entornos tan potentes como las entidades bancarias o las plataformas de juegos de azar.
En el primero de los casos, lo normal es que los bancos de nueva generación apuesten por el cifrado de la información sensible, ya sea un número de cuenta o una clave de carácter privado, para evitar que la piratería informática tenga acceso a ella. De esto suele ocuparse el certificado TLS (Transport Layer Security), un software especializado en ocultar todo el contenido que viaja desde la web hasta el servidor. Se trata de una herramienta muy útil cuando el portal web en cuestión acostumbra a realizar miles de transacciones económicas diarias.
La multinacional norteamericana de servicios de pago también ha tomado buena nota de lo que se cuece a nivel interno en los espacios dedicados al juego a través de internet. No en vano, a día de hoy, cualquier casino online paypal trae consigo uno de los protocolos de seguridad más avanzados que existen, donde la monitorización constante del intercambio de dinero impide que los jugadores acaben siendo víctimas de las ciberestafas más frecuentes. Además, la industria del juego es experta en el empleo del conocido como sistema KYC (Know your customer), una forma de verificación de datos cuya función pasa por confirmar que el cliente es en efecto quien dice ser. El proceso es tan sencillo como efectivo: los casinos solicitan al usuario toda la documentación digital necesaria que corrobore su identidad. Con estas facilidades de pago y estas garantías tecnológicas es comprensible que los consumidores hayan encontrado en el BNPL una forma de afrontar la inflación a corto plazo.
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